Rarezas de la historia: cómo el mariscal napoleónico se convirtió en rey de Suecia y Noruega

Resulta que los reyes se convierten no solo en el derecho de sucesión al trono o como resultado de un matrimonio exitoso. Hay un ejemplo asombroso en la historia cuando un ciudadano extranjero se convirtió en el rey de un país, un extraño que ni siquiera sabía el idioma del estado, que manejó con éxito durante 26 años. Además, era un rey por razones completamente legales, su hijo y sus descendientes posteriores heredaron el trono, y la dinastía fundada por él todavía gobierna en Suecia. Estamos hablando de un mariscal francés llamado Jean-Baptiste Bernadotte, que pasó a la historia como el rey Carlos XIV Johan.

A principios del siglo XIX, el territorio de Suecia y Noruega era parte de un único estado de unión, formalmente dirigido por el rey Carlos XIII, y de hecho controlado por la aristocracia. Todos los monarcas de Europa estaban horrorizados por los eventos revolucionarios antimonárquicos en Francia y consideraban su deber confrontar al ejército napoleónico. Los soldados suecos en las unidades militares prusianas también participaron en batallas con los franceses, pero estas batallas se perdieron. Como resultado de la derrota, unos 1.000 soldados suecos fueron capturados por el ejército bajo el mando de Bernadotte, por orden de los cuales los prisioneros fueron tratados con mucha humanidad, lo cual no era característico de esa época.

Hoy, esto puede parecer increíble, pero para la Europa del siglo XIX, tales cambios en la vida política de los estados eran bastante comunes. Debido al hecho de que el mariscal era universalmente respetado y amable con los soldados suecos capturados, el parlamento sueco lo invitó como heredero al trono. Este paso también se tomó por razones de política exterior, ya que el estado escandinavo quería mejorar sus relaciones con la Francia poderosa y guerrera. El actual rey Carlos XIII, que no tiene herederos oficiales, simplemente adoptó al mariscal francés y, después de su muerte, en 1818, ascendió al trono por razones completamente legales.

En circunstancias tan extrañas, un hombre que no tenía una gota de sangre real y que ni siquiera pertenecía a una familia noble terminó en el trono sueco-noruego. Después de la coronación, Bernadotte se hizo conocido como Carlos XIV, pero no aprendió sueco hasta el final de sus días, comunicándose con sus súbditos en su francés nativo. A pesar del trono escandinavo, seguía siendo francés: no entendía la cocina sueca, prefería las tortillas y las baguettes crujientes, y también le encantaba pasar tiempo en la residencia suburbana de Rosenendal, construida específicamente para él al estilo del Imperio francés.

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